La música es un arte, y lo único que conocemos de ella es su universalidad y que se trata de un evento social. Yo no conozco nada que pueda mantener unido a un colectivo durante tanto tiempo; tal vez la religión o el credo político. Ahora bien, lo curioso es que tanto la religión como la política van a menos, mientras las melodías van a más.
Quizá sea esta falta de utilidad concreta la música lo que la hace tan querida por todo el mundo. El lenguaje parecía seguir en cantidad de devotos, aunque por razones muy distintas: todas las personas se precian de hablar y transmitir un pensamiento a los demás. A los neurólogos del futuro les corresponde detectar la diferencia entre el lenguaje musical y el hablado: el primero no parece transmitir gran cosa, mientras que el segundo tiene utilidades: entenderse, concentrarse y encaminarse a la consecución de un objeto determinado.
Ya no digamos lo que hacen algunos músicos con el juego mágico de sus dedos interpretando al piano una de las piezas de Ludovico Einaudi ¿Se han fijado como mueven de memoria sus dedos sin que les tiemble el pulso y respetando siempre la melodía que nos emblesa? A lo mejor lo úncio que importa es, justamente lo que nos emblesa: sentir que formamos parte de la manada, empatizar con los demás. A lo mejor la música sirve para algo y el resto para casi nada.
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