Este es un viejo oficio que se remonta a la Edad Media y que va ligado a la historia de la Iglesia. Tradicionalmente era el propio párroco, un monje o monja, un sacristán o un monaguillo el encargado de hacer sonar las campanas de los distintos templos, pero cuando estos crecen y se convierten en colegiatas o catedrales con juegos de 6, 8 ó 10 campanas como sucede en la torre de la catedral de Segovia la especialización de este oficio se hace necesaria. Escuchad el toque de solemnidad que grabé el domingo 1 de Noviembre y que puede oírse todos los domingos a las 12 del mediodía. El toque entero dura 5 minutos, aquí os pongo sólo el final.
Lo primero que tenía que aprender un campanero eran los distintos toques, ya que durante mucho tiempo el lenguaje de las campanas era comprendido por todos los fieles que sabían en todo momento si tocaban a muerto y si el difunto era hombre o mujer, si era la hora de rezar el ángelus, si había un incendio, o si amenazaba tormenta, si la misa era con sermón, si había o no procesión tras la misa, etc.
También variaban los toques en función de la festividad del año eucarístico, así había un toque para el día de Navidad, otro para el de Pascua, y así para cada día señalado del calendario litúrgico... Con una excepción. El viernes santo las campanas enmudecían, en su lugar se tocaban las matracas de campanario, unos tremendos artilugios cuya función era hacer enmudecer a los fieles y que simbolizaban el dolor por la muerte de Cristo.
Actualmente este oficio está prácticamente extinguido pues las campanas se programan mediante un ordenador conectado a un GPS que activa un mecanismo electromecánico, pero por fortuna todavía hay municipios como el de Villavante a 30 km de León donde desde hace 30 años se celebra un encuentro de campaneros y una vez al año al menos puede oírse la voz de los ángeles, como llamaban nuestros abuelos al hermoso tañido de las campanas.