Anoche tuve una pesadilla aterradora. De esas en las que corres y nunca avanzas y que por mucho que te esfuerces no sirve de nada. De esas que todo está a oscuras y que de fondo solo escuchas el tictac de un reloj viejo y chirriante.
El eco del repiqueteo de las campanas resonaba a un volumen estrepitoso y no me dejaba pensar con claridad. Y veía como aquel reloj se burlaba de mi, como a cada segundo me repetía que estaba atrapada en aquella pesadilla de la que no me dejaría salir . El corazón me latía a un ritmo sobrehumano y notaba como cada vez, debajo de mis sábanas, hacía más calor. Vueltas, vueltas y más vueltas, MALDITA SEA, DESPIÉRTATE LAURA. Pero era incapaz de acabar con todo aquello y seguía escuchando las carcajadas de aquél estúpido reloj cada vez más fuertes. Iba a estallarme el corazón y a reventarme la cabeza no podía aguantar más y... silencio al fin.
En toda la casa tan solo se oía mi respiración jadeante, ni un murmullo más. Encendí la luz a toda prisa. Ver el color rosado de las paredes de mi habitación ayudó a que me calmara. Bebí un trago de agua del vaso que estaba sobre mi mesilla y de ponto observé algo. Uno, dos, tres... CUATRO, cuatro relojes en mi habitación. Instintivamente, casi sin pensarlo, salté de la cama y les quite uno a uno las pilas. Así seguro que nunca más volvería a soñar algo así.
Ver El sonido que habito en un mapa más grande
Laura Samprón Cereijo 4ºB
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