Lunes, ocho cero tres de la mañana. Mis párpados apenas consiguen despegarse y la luz cegadora del cuarto de baño terminó por cerrarlos del todo. Pero qué sueño, ¡y qué pereza! ¡MALDITA SEA! Con lo bien que se está en la cama, lo calentita y mullida que está. Bueno venga, la última cabezada, solo dos minutos más…. ¡NO!, Vamos, despierta ya. Llegué casi arrastras a la cocina y enciendo la luz, aún más cegadora. Café, café para despertar ya de una vez. Con leche y mucho azúcar, como a mí me gusta. Bien caliente, que queme. Vaya, no hay, qué raro. Tendré que prepararlo, no queda otra. Voy al armario, ¿dónde están los granos de café? ¡Oh! Están ahí, con una silla llegaré a ellos y los cogeré. Cojo el molino de una estantería. Meto los granos dentro, me siento en una silla con el molino en la mesa. Vueltas, vueltas y más vueltas. Y así hasta que todo esté en polvo. Mientras doy vueltas, pienso en lo siguiente que haré después de tomarme el café. Me vestiré, pero antes tendré que peinarme. Sí, me peinaré, ¿y qué me hago? Lo mejor va a ser dejarlo suelt… ¡MIERDA, QUÉ LLEGO TARDE!
Henar Omar Sernández 4ºB
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