martes, 19 de marzo de 2013

Trayecto en coche con enano

Aquella tarde hacía frío, pero dentro del coche la temperatura resultaba agradable. Él miraba atento por la ventanilla y se giraba hacia el más mínimo sonido; por supuesto no se le escapó la leve vibración del teléfono cuando recibí mi mensaje.
Tras mirarlo y leerlo vi que sus ojos todavía seguían posados en el móvil y decidí dejárselo aunque solo fuese para satisfacer mi curiosidad por saber lo que hacía. Un destello de alegría iluminó su rostro cuando le entregué el preciado objeto y aunque sus dedos no tocaban botón alguno se movían rápidamente por toda la  pantalla.
Por supuesto para un niño que todavía no llega al año solamente el brillo de la pantalla es suficiente para entretenerlo, por lo menos un rato o eso era lo que yo esperaba...
Mientras en los asientos delanteros conductor y copiloto charlaban amigablemente, en los de atrás reinaba el silencio; ¿es que ese niño nunca se cansaba de mirar el teléfono? ¡si no puedes hacer nada!
Al cabo de unos minutos pareció olvidarse de tocar la pantalla para empezar a mover el teléfono de un lado al otro contemplando cómo cambiaba la posición de la imagen pero pronto volvió a mover los botones. jugaba con él, le daba golpecitos al micrófono con los dedos, reía y volvía a toquetear cada rincón de la pantalla.



A parte del hecho de que sus dedos pringosos sobre mi pantalla me estaban poniendo nerviosa había otro aspecto que me crispaba y era, simplemente, que me estaba empezando a aburrir. Las conversaciones sobre trivialidades para rellenar un silencio, de por sí ya incómodo, no son lo mío así que no tenía otra opción más que mirar por la ventanilla ya que el enano no hacía gran cosa...
Silencio, y de repente, música. Sus pequeños dedos habían dado por fin con algo interesante: había puesto música. Quizá no fuera mi canción favorita pero menos era nada. Cuando me giré hacia él me di cuenta de que quizá no era mi canción favorita, pero si la del niño. Me miraba y sonreía, con esa sonrisa desprovista de diente alguno en la que solo se dejan ver las puntas de los que más adelante serán sus primeros dientes de leche. Momentos más, al llegar a nuestro destino, el enano lloraba mientras mi música y yo abandonábamos el calor que hacía en el coche.

Ver El sonido que habito en un mapa más grande

Paula A.G

1 comentario:

  1. Tu relato no está nada mal Paula, me gusta la descripción que haces de situaciones cotidianas y aparentemente sin importancia.

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