Y tras la tormenta, llega la calma.
Salimos de este horrible caos en el que vivimos en busca de un lugar donde
poder encontrarnos. Donde nuestros sentimientos broten y nuestra imaginación se
pierda entre lo más alto del cielo. Increíblemente, es difícil encontrarlo. Nos
hemos convertido en invasores del silencio y éste empieza a ser inexistente. Y
es que, el silencio es mucho más que nada. Es paz, tranquilidad, libertad, la
llave que abre nuestro interior. El grito más fuerte. Son las alas con las que
podemos volar sin límites ni esfuerzos. Son las respuestas certeras a todo lo
que con palabras sigue sin responder. Son huracanes que se adentran en nosotros
haciéndonos vivir emociones fuertes que nos debilitan. Porque pensamos
demasiado y sentimos muy poco. Guardamos bajo llave aquello que nos hace sentir
llenos. Pero el silencio es capaz de cesar todos los impedimentos y hacer que
perdamos el miedo a perder. Por eso, es necesario saber escucharlo. Aprender a
callar todas las voces que nos confunden, a oír sin tener que escuchar.
Aprender a entender el valor los silencios, que poco a poco vamos perdiendo.
Silencios que lo dicen todo sin tener que decir nada.
Marta Juan Santafé, 2º E.S.O-Colegio
Helios
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