Os preguntareis por que elegí un sonido que es fácil de grabar, pero para mí me supuso en cambio brusco en mi vida.
Un verano de agosto en la piscina, cuando yo tendría tres años, noté un dolor muy fuerte en la oreja. Tal fue el dolor que me salió hasta sangre del oído. Mis padres se preocuparon y de inmediato me llevaron al hospital. Me puse a llorar debido al dolor que me producía el oído, cuando el médico nos atendió mis padres empezaron a hablar con el doctor mientras que yo seguía con el oído. Al final de todo nos dijeron que era una perforación en el oído y que me tendría que operar cuando fuera mayor pero de momento no podríamos hacer nada. La única solución fue ponerme unos tapones para el oído.
Todos los veranos me tengo que hacer unos nuevos e ir al otorrino para un seguimiento. Para mí nos es nada fácil convivir con ese problema debido a que yo no puedo bucear y solo puedo jugar en la superficie. Cada vez que veía a un amigo mío bucear enfadaba ya que yo no podría bucear nunca más.
Cuando pasaron unos años entendí que cada uno tenía sus propios defectos y los afrontaba cada día. Tras varios años más me dijeron que me podría operar pero a mí siempre me dieron miedo los médicos con sus agujas y sus artilugios.
Rubén Ajenjo
2º E.S.O.
Colegio Helios
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