Duermes, duermes profundamente hasta que de repente, un
sonido que te resulta muy familiar se cuela entre tus mejores sueños.
No quieres abrir los ojos, sabes a la perfección lo que
ocurrirá después: te desarroparás, te levantarás, te ducharás, te vestirás y te
irás. Viajarás, como cada día, hacia una vida que ya no te sorprende, una vida
en la que las cosas siguen igual.
Tu casa sigue siendo de dos pisos, igual que ayer.
Tu coche tiene el mismo color que hace cuatro años.
Tus vecinos te saludan de la misma forma que siempre.
Y hasta el periódico, te cuenta historias parecidas a las de
la semana pasada.
Entonces, tu vida ya no se llama vida. Tu vida se llama
rutina.
Suena el despertador, diez pitidos. Necesitas ese número
exacto de pitidos para despertar y lograr asimilar que esa rutina a la que
llamamos vida, te está esperando de nuevo. Pero, ¿por qué diez y no seis? ¿Por
qué seis y no cincuenta?
Cualquier día es bueno para cambiar, y nunca es tarde para
volver a empezar. Y sí, el reloj nos intenta avisar de eso constantemente, cada
vez que suena nos recuerda que junto a la ventana nos espera un nuevo día, y si
tú quieres, una nueva vida.
Hoy mismo puedes huir de tu casa de dos plantas hacia una de
cuatro.
Hoy, puedes pasar de tener un coche azul a tenerlo amarillo.
Hoy puedes exigirles a tus vecinos un saludo diferente.
Y hoy, puedes leer desde otro punto de vista las noticias
del periódico.
Todo depende de ti.
Ver El sonido que habito ''La melodía que me levanta cada día'' en un mapa más grande
María Gutiérrez López.
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