Yo
no olvidaré el día en el que se murió mi abuela.
Un
ocho de agosto de dos mil quince se murió. Estábamos hablando
cuando de repente le dijo a mi madre:
-Hija
tráeme un vasito de agua, que estoy mareada, que estoy mareada.
Mi
madre fue a traerle el vasito de agua, cuando ya se le había
cambiado el color de la cara. Le dio dos sorbos y vomitó. Mi madre
creía que era la tensión por eso le puso dos almohadas bajo sus
piernas.
Llamamos
a lo vecina de abajo y a su marido, ya que ella es enfermera y él
cura. La enfermera le dijo:
-Te
acompaño en el sentimiento. Ojalá Dios me dé una muerte como la
suya.
Ahí
mi madre se puso a llorar y a llamar a todos sus hermanos. Mi tía de
Málaga estaba trabajando y mi hermano en un campeonato de boxeo, en
Bilbao. Cuando le dijimos lo que pasó dejó el torneo y se vino a
Málaga.
Al
día siguiente, mi tía y mi hermano, cogieron el barco de las siete
de la mañana, para poder ir a su entierro. En el entierro vinieron
muchas personas, algo que me alegra, porque eso significa que le
quieren muchas personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.